Prólogo de Rodrigo Fresán (1963) a Drácula de Bram Stoker (1847-1912)
Una puerta se abre y allí lo espera un hombre alto, de bigote canoso, vestido de negro. Es Drácula, y Drácula dice: “! Bienvenido a mi casa! ¡ Entre libremente y por su propia voluntad!”. Y Drácula agrega: “ Bienvenido a mi casa. Entre libremente. Marche sano y salvo … ¡ Y deje algo de la felicidad que trae consigo!”.
…
En este sentido, siempre me maravilló esa maniobra protocolar y acaso más intuitiva que razonada de Stoker: la idea de que es uno quien siempre invita a la catástrofe. Y que, como afirma Van Helsing en uno de los tramos más interesantes de la novela es el vampiro quien debe ser invitado a nuestras casas porque, hasta que no lo hemos hecho nosotros, él no puede atacarnos en la seguridad del hogar ajeno. Invitar al vampiro equivale creer en él. Y una vez que le hemos abierto la puerta, estamos perdidos, contagiados, invadidos. Así, no es el vampiro quien elige sus víctimas, sino las víctimas quienes, consciente o inconscientemente, eligen al vampiro.
Xicra aportada per la Condesa Olenska
Entenc que m'ho puc aplicar aquest "conte"... Massa tard ara, ja m'han mossegat. I ara, soc vampir també? Doncs a per la resta!
ResponderEliminarJo probaré defensar-me amb alguna creu, i portaré una estaca a la butxaca per si un cas. I sino, ja m'explicaràs com fer les mossegades per anar-me entrenant si em toca ...
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