lunes, 26 de mayo de 2008

Aquiles

Ilíada, Homero (Ὅμηρος Hómēros; c. segle VIII adC )

Como el maravilloso fuego estalla en las profundas cañadas de un agostado monte, y el espeso bosque se incendia, y los remolinos de viento esparcen las llamas por doquier, así corría furioso por doquier con la pica, como una deidad, acosando a sus víctimas, y la sangre fluía por la negra tierra. Como cuando alguien unce dos bueyes de anchos testuces para trillar en la bien construida era la blanca cebada, que pronto se desconcha bajo las patas de los mugidores bueyes, así los solípedos caballos a las órdenes del magnánimo Aquiles pisoteaban cadáveres y broqueles. Debajo el timón estaba entero salpicado de sangre y las barandas alrededor de la caja, hasta donde llegaban las gotas que despedían las equinas pezuñas y las que procedían de las llantas. Estaba ávido de ganar gloria el Pelida e iba manchando de mortandad sus inaferrables manos.

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