Elogio de la vejez, Hermann Hesse (1877-1962)
Como toda flor se marchita y toda juventud
cede a la vejez, cada estadio de la vida florece,
florece toda sabiduría y toda virtud
para su tiempo y no puede durar eternamente.
En cada llamada de la vida debe el corazón
estar dispuesto a la despedida y a nuevos comienzos,
para entregarse con valor y sin duelos
a distintos y nuevos compromisos.
Y en cada comienzo alienta un encanto
que nos protege y nos ayuda a vivir.
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