El amante lesbiano, José Luís Sampedro (1917)
Cuando él no está, cuando me ha dejado en mi palomar para atender sus tareas de varón poderoso, dejo de verle, pero no de tenerle. No sólo le hace presente mi memoria, evocando con pasión sus palabras, gestos, caricias, abrazos, deseos, órdenes en la noche; es aún con más fuerza mi propio cuerpo quien por sí mismo retiene en mi carne, en mi piel, en mis sentidos, las huellas de su voluntad moldeándome. Sigo sintiendo besos, susurros, penetraciones, roces, ímpetus, deleites, suavidades que ya fueron, pero que mi carne retiene contra el olvido, como en los heridos queda la sensación del miembro hace mucho amputado. ¡Oh, Zadar: Me has hecho tan tú que yo me disiparía en nada si se evaporasen esas marcas de tu posesión! Me has vaciado de mí y sólo de ti estoy lleno.
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