Los caminos perdidos de África, Javier Pérez Reverte (1944)
Me dormí eufórico, pensando en el viaje hacia un territorio ignorado que comenzaba al día siguiente. Mientras intentaba conciliar el sueño, sentía algo parecido a aquello que el explorador Richard Burton explicó con tino, en su diario de 1856, cuando hablaba de un viaje a tierras desconocidas: “Al librarse con poderoso esfuerzo de los grilletes de la costumbre, del peso plúmbeo de la rutina, de la capa de muchas preocupaciones y la esclavitud del hogar, el hombre se siente nuevamente feliz. La sangre fluye con la rápida circulación de la infancia… De nuevo amanece la mañana de la vida”.
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